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19 de diciembre de 2013 - Hace un cuarto de siglo Italia era el segundo consumidor de vino en el mundo. Con más de 3,660 millones de litros, el país de la bota le pisaba los talones a Francia, líder indiscutible con 4,170 millones de litros de vino consumidos al año.

Hoy, mientras que Francia sigue manteniendo el nivel de consumo más alto –aunque con una baja a 3,030 millones— Italia ha cedido el segundo lugar a Estados Unidos (2,900 millones), es acosada por Alemania (2,000 millones) y sobre todo por China (1,780 millones) que se prevé que en cinco años pueda rebasar a Italia y Alemania.

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En el 2012 el consumo de vino en Italia descendió hasta 2,260 millones de litros, 62% menos que hace veinticinco años y prácticamente la misma cantidad que los productores locales exportan anualmente (en 2011 las ventas en el extranjero fueron de 2,330 millones de litros).

Indudablemente la crisis ha influido en esta tendencia, acentuando la disminución. En 2012 las ventas de vino en cadenas de supermercados —según datos de IRI, partner de Wine Monitor— disminuyeron 3.6% respecto al 2011 y también en el primer trimestre de 2013 se registró una baja del 7.5% con respecto al año anterior.

Pero atribuir únicamente a la recesión económica las causas de tal disminución sería engañoso. En realidad existen también factores socio-culturales y demográficos que determinan un impacto más relevante sobre el consumo de vino, tanto como para calificar esta baja como estructural. Veamos por qué.

El grado de permeabilidad del consumo de vino entre la población (mayor de 11 años) es del 52%. Respecto a hace 20 años, tal incidencia disminuyó cerca del 6% . Sin embargo al mismo tiempo la población aumentó: la disminución en el número absoluto de los consumidores de vino fue del 1,2 millones de personas.

Lo que más ha influido al desplome del consumo es la reducción de los “bebedores cotidianos” es decir los que consumen más de medio litro de vino al día. ¡De hecho este segmento en veinte años bajo de 4 a 1,3 millones!

Tal reducción depende del hecho de que la modalidad del consumo cotidiano ( en combinación con la comida) es una típica costumbre alimenticia de los grupos de la población más vieja, también es cierto que hoy, de los 1,3 millones de “bebedores cotidianos” más del 47% tiene más de 60 años.

En consecuencia la reducción “fisiológica” del tiempo no fue remplazada por los ciudadanos más jóvenes, para los que la modalidad de consumo es a menudo diferente (asociada a momentos de convivencia menos frecuentes).
Si esto ayuda a comprender la evolución interpuesta hasta hoy, para entender mejor como se moverá el consumo de vino en Italia en los próximos años es necesario considerar otros factores. Antes que nada se debe tomar en cuenta el envejecimiento general de la población italiana, mayor atención a la salud y al menor consumo de alcohol. Ya en el 2020 las personas mayores de 65 años representaban el 14,1 % de la población italiana, contra el 12,3% actual, mientras que en el 2065 se convertirán en el 20%. Junto a esta condición está el incremento de los inmigrantes (y en particular los de las etnias que por motivos religiosos no consumen vino): actualmente su “peso” es cercano al 4,6% de la población pero en el 2020 la cuota subirá hasta 7,3% para después en el 2065 duplicarse (14.1%).

Teniendo en cuenta estos factores, y los de la futura composición demográfica de la población italiana, de la modalidad de consumo, del grado de permeabilidad del vino por grupo de edad, de otras variables económicas y sociales y descontando el impacto del shock mercadológico, Wine Monitor estima que para el 2020 un descenso del consumo de vino en Italia cera del -6,1% más respecto al 2012, para un nivel general de 21,2 millones de hectolitros y cerca de 34 litros per cápita.

Un nivel que, a la par de las condiciones productivas e importaciones (consideradas como media del último trienio) se involucran para mantener el equilibrio del mercado, un esfuerzo adicional al volumen exportado (+6,3%) o alternativamente una reducción de la producción cerca al 3% que desde el punto de vista estructural, equivale a trasplantar aproximadamente 18.600 hectáreas o a cerrar 11.140 empresas vinícolas.

Aun siendo significativa la tendencia a la exportación para las empresas grandes y medianas (para algunos productores supera el 90% del volumen de las ventas), no se puede olvidar que el mercado nacional sigue siendo fundamental para la sobrevivencia de las empresas vinícolas italianas. Una relevancia que asume niveles aun más elevados en el caso de las pequeñas y micro empresas donde las ventas en el extranjero son marginales o en muchos casos inexistentes.

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(wine monitor / puntodincontro.mx / adaptación de massimo barzizza y traducción al español de celeste román)