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2 de agosto de 2013 - Hace 200 años —el 10 de octubre de 1813, para ser exactos— nació en Roncole di Busseto (entonces perteneciente al Estado de Parma-Piacenza-Gustalla, gobernado por Francia) Giuseppe Verdi, el máximo representante de la opera italiana del siglo XIX.

El Festival de Ópera de Macerata número 49 (que en esta edición lleva por título Muros y divisiones y se lleva a cabo entre el 19 de julio y el 10 de agosto) no podía dejar de unirse a las celebraciones por el natalicio del músico, por lo que bajo la dirección artística de Franceso Micheli ha puesto en escena dos de las tres óperas más famosas del músico: Nabucco (19 y 26 de julio, 2 al 4 y 9 de agosto) e Il trovatore (20 y 27 de julio, 3 y 10 de agosto). Ambas óperas se presentan en el famoso Sferisterio (en la foto principal de este artículo), espléndida arena con palcos y balcones, construida para el juego de pelota con brazal, tan popular como lo es hoy el fútbol en el siglo antepasado.

Nabucco inicia con una serie de imágenes de video que representan la Jerusalén contemporánea así como el Muro de los lamentos, seguido por un perfil de una Jerusalén centellante, construida con 8 mil botellas de plástico recicladas, instalación que ocupa la parte central de escenario de la Arena.

Una escena de Nabucco en Macerata.

«No quise actualizar en modo mínimo la maestría verdiana, expresa a la prensa el director Gabriele Vacis, no quise volverlo contemporáneo, como contemporánea es desgraciadamente, la eternal lucha entre opresores y oprimidos».

«Las botellas de agua, ha precisado, simbolizan una razón de guerra en el futuro, tal como recita la frase de la ambientalista India Vandana Shiva, proyectada sobre el muro».

Vacis, un importante agente para el teatro civil italiano ha enfrentado la vicisitud de representar “los muros y divisiones entre pueblos” a través de su larga experiencia en conflictos meridiorentales, que se desprende de años de colaboración con el Teatro Nacional de Palestina. No es casual que durante el estreno hayan estado presentes los embajadores de Israel, Naor Gilon y Palestina, Sabri Ateyech.

La escenografía, iluminación y vestuario estuvieron a cargo de Roberto Tarasco. Como director de la Orquesta Regional de Marche, Antonello Allemandi (uno de los directores italianos mejor conocidos en los grandes teatros europeos). Enfatizando los rítmos bandísticos de la ópera, la Orquesta se acompaña por la Banda Salvadei de la ciudad de Macerata, así como por el Coro Lirico Marchigiano V. Bellini.

El papel del protagonista lo interpreta el barítono Alberto Mastromarino (que ya ha representado óperas de Verdi en Nueva York); sin embargo, es la actuación de la joven soprano argentina Virginia Tola, quien da vida a Abiggaile, la que parece llegar al alma de los espectadores gracias a su intensa interpretación. Es también notable la actuación como el Gran Sacerdote Zaccaria del bajo Giorgio Giuseppini.

Nabucco fue la tercera ópera de Verdi, se musicalizó después de Oberto, conde de San Bonifacio (1839) y Rey por un día (1840), y es la que le permitió alcanzar el éxito. El guión fue escrito por Temistocle Solera, quien lo interpretó libremente a partir del drama homónimo de Anicet-Bourgeois y Francis Cornue que fue representado en París en 1836, así como del ballet también del mismo nombre que el coreógrafo Antonio Cortesi había montado para la Scala de Milán.

Nabucco: Maria Callas interpreta “Ben io t'invenni o fatal scritto”
en la primera versión grabada de esta ópera verdiana (1949)

En un inicio, Verdi que para entonces atravesaba un periodo particularmente difícil al punto de casi abandonar la música, rechazó el guión. En 1836 se había casado con Margarita (hija de su protector y mecenas Antonio Barezzi); en 1837 había nacido su hija Virginia y un año después el esperado hijo varón Icilio. Pero un destino funesto esperaba a la joven familia: con diferencia de meses murieron los dos hijos y después la esposa. Verdi, de 27 años, quedó solo y con la responsabilidad de musicalizar, por un encargo previo, Rey por un día que debía presentarse poco después y que, para colmo de la ironía, se trataba de una ópera cómica. En su estreno fue, obviamente, un fracaso.

Sostenido por su suegro y por Bartolomeo Marelli, su patrocinador, Verdi finalmente aceptó musicalizar Nabucco. La ópera se presentó por vez primera el 9 de marzo de 1842 en la Scala de Milán y alcanzó las 65 representaciones tan solo durante ese año.

Con Nabucco (originalmente Nabuccodonosor, visión histórica del pueblo judío durante su esclavitud en Babilonia) inició el ascenso en la carrera de Verdi tanto en Italia como en el extranjero.

La ópera presenta el clásico enfoque del bel canto y está, además, en sintonía con los gustos del público italiano de la época, pero es sobre todo distinguible por tratarse de una ópera teatralmente bien realizada: la acción es rápida e incisiva, característica que se replicaría en las producciones posteriores del compositor. Algunos personajes, como Nabuccodonosor o su supuesta hija, Abigaille, están caracterizados con fuerza bajo el perfil dramático y también lo está el pueblo hebreo, que se expresa en forma coral y es probablemente el verdadero protagonista de esta auténtica creación verdiana.

En el imaginario popular Nabucco representó el pilar musical del muy próximo Risorgimento italiano. Por su parte Va', pensiero (el lamento de los hebreos durante su captura) se eleva a canto paradigmático para el pueblo oprimido que añora y espera, casi un himno nacional.

Sin embargo, la intención inicial de Verdi no era la de manifestarse a favor de la revolución: sabía interpretar el ánimo popular del momento y estaba seguro de que su música encontraría el favor del público.

Los coros verdianos fueron considerados sólo pasado mucho tiempo. El famoso graffiti “¡Viva Verdi!” que significaba “¡Viva Vittorio Emanuele Rey De Italia!” apareció por primera vez sobre los muros de Roma en 1859, durante la época de Un ballo in maschera, 17 años después de Nabucco.

El apellido Verdi fue ampliamente utilizado en las calles
durante la controversia de la unificación de Italia.
En realidad, la frase VIVA VERDI tenía implicaciones políticas:
significaba “VIVA V(ittorio) E(manuele) R(e) D(i) I(talia)”,
Viva Víctor Manuel, Rey de Italia.

El mensaje planteaba una aspiración cada vez más potente y popular. El mismo Verdi terminó creyendo en el proyecto de unificación del país, cuando comprendió que su realización podía concretarse no tanto a través de la insurrección popular y la utopía republicana de Mazzini, sino más bien gracias a un paciente trabajo diplomático.

No obstante, la política siempre se manifestó ajena a la personalidad de Verdi: cuando la unificación de Italia se hace realidad, el compositor se hace parlamentario. Sin embargo, permanece en el puesto tan sólo por cinco años (de 1861 a 1865), convencido de ofrecer un mejor servicio a su país como artista que como diputado.

Por su parte, la puesta en escena de Il trovatore, título de la segunda ópera dentro de la denominada “trilogía popular romántica” de Cigno de Busseto y que comprende Rigoletto (1851) y La traviata (1853), se contrapone por su atmósfera gótica poblada por espéctros, por una dirección de thriller y un reparto de nivel internacional que ha sabido traducir a través del canto el tormento de los personajes, logrando la aclamación total del público.

El director mexicano Franciso Negrín ha resuelto junto con el escenógrafo Louis Desiré el complicado reto que significa el libreto de Salvatore Cammarano, utilizando como única escenografía dos mesas de madera oscura con una longitud de 60 metros (que simbolizan el pasado y el presente) sobre las cuales se desarrollan casi todas las acciones.

El director mexicano Francisco Negrin.

La fuerza escenográfica se basa en un violento juego de luces rojas, azules y blancas que enfatizan las acciones de los intérpretes. Negrin enfatiza así el ambiente brumoso de la historia (tal vez una de las obras más oscuras y pesimistas de Verdi): ambientada en la Zaragoza de la tarda Edad Media, Il trovatore (sabiamente dirigido por Paolo Arrivabene que regresa a Macerata después de la aplaudidísima Boheme del año pasado) es una puesta en escena impecable en cuanto al movimiento de los personajes y las interpretaciones de los solistas. 

El reparto entero es del agrado del público, si bien los mejores aplausos se los lleva la mezzosoprano Enkelejsa Shkosa (en el papel de la gitana Azucena) y el barítono Simone Piazzola, que interpreta al Conde de la luna.

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(paola cecchini / puntodincontro.mx / adaptación de massimo barzizza y traducción al español de andrea jiménez)