bullet

Leggi questo articolo in italiano.

 

28 de octubre de 2013 - Cuando Maquiavelo empezó a escribir El Príncipe, probablemente en julio de 1513, jamás imaginó que cinco siglos después su apellido trascendería mas que el de Lorenzo De' Medici, a quien dedicó su obra, y que el apelativo se convertiría en sustantivo, “maquiavelismo”, y en adjetivo, “maquiavélico”.

Escribió en la finca de San Casciano, cerca de Florencia, de la que había sido desterrado, en la gelidez de su infortunio político. Se levantaba antes del alba, cazaba tordos, limpiaba arbustos, leía a Dante, a Petrarca, se encanallaba con el carbonero y el posadero —con los que jugaba cartas— y en la noche leía cuatro horas a los clásicos, con los cuales, según sus propias palabras «olvido las penas y ni la pobreza me asusta ni me espanta la muerte. [...] y puesto que, según Dante, no hay ciencia posible sin la experiencia, he escrito el resultado de estas antiguas relaciones y compuesto un pequeño trabajo, en el que me refiero a los príncipes» [1].

Casa de Nicolás Maquiavelo en San Casciano.

En ese ambiente de melancolía y de aislamiento, dice Ludwig, nació el libro más frío y nítido que se haya escrito jamás sobre el Estado. La obra parte de la idea de que el hombre es egoísta, ambicioso y perverso, por lo que el gobernante debe acudir a todos los medios para mantener el poder, acrecentarlo, garantizar el orden, la seguridad y la propiedad de las personas.

Desde un principio, el libro generó gran controversia. La iglesia, a la que Maquiavelo señalaba como la culpable de la fragmentación, la descomposición y la corrupción en Italia, lo prohibió y quemó su efigie en las plazas. A contrapelo los estadistas lo leían en secreto; Bacon dijo que Maquiavelo sólo «expone lo que los hombres hacen y no lo que deberían hacer» y Rosseau afirmó que Nicolás «fingiendo dar enseñanzas a los reyes, se las dio, y muy grandes, a los pueblos».

Es común que la gente cite a Maquiavelo y a su Príncipe, asociándolos las más de las veces a la maldad, a la perversión y al cinismo, sin siquiera haberlos leído. Es tan mala e injusta su fama, que la máxima que le atribuyen, “el fin justifica los medios”, fue en realidad escrita por Shakespeare en El Rey Lear. Muy pocos hablan de Maquiavelo refiriéndose a los Discursos sobre Tito Livio, una serie de digresiones inspiradas en la obra del historiador latino, o a El Arte de la Guerra, texto precursor de los actuales ejércitos nacionales. La Mandrágora, una comedia escrita por el autor florentino, es considerada una de las obras maestras del teatro del siglo XVI y un precioso clásico del teatro italiano. Desde el punto de vista histórico, otro importante ensayo —publicado en 1520— fueron las Historiae Fiorentinae, un encargo aceptado por Nicolás
para reconciliarse con los Medici, así como un medio para obtener el título, aunque en forma semi-oficial, de cronista de la ciudad.

Versión autógrafa de las Historiae Fiorentinae de Nicolás Maquiavelo.

_______________

[1] Carta a Francesco Vettori, 10 de diciembre de 1513. «Llegada la noche, regreso a casa y entro en mi escritorio; en el umbral me quito aquella ropa cotidiana, llena de fango y lodo, y visto prendas reales y curiales y, decorosamente vestido, entro en las antiguas cortes de los hombres antiguos donde, recibido afectuosamente, me alimento con esa comida que solo es mía y para la cual nací; allí no me avergüenzo de hablarles, y de preguntarles las razones de sus actos; y ellos, por su humanidad, me responden; y durante cuatro horas no siento ningún hastío, olvido todo afán, no temo la pobreza, no me espanta la muerte; a tal punto me siento transportado a ellos. Y guiándome por lo que dice Dante, sobre que no puede haber ciencia si no retenemos lo que aprendemos, he anotado lo que de su conversación he entendido como esencial, y compuesto un opúsculo de Principatibus».

ARTÍCULOS RELACIONADOS
bullet El Patrimonio de los Medici.

 

(enrique ibarra pedroza / milenio.com / puntodincontro.mx / adaptación y traducción al italiano de massimo barzizza)