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5 de febrero de 2014 - Se sabe que lo que impide a los hombres ser constantemente creativos es la gran barrera representada por lo que ya existe. Hasta la época de Voltaire se creía ciegamente que el papel de los pobres mortales sólo era descubrir lo que ya existía. El cambio se debe precisamente a Voltaire.

Tres siglos más tarde, la creatividad es una parte integral de nuestra vida socio-económica, sin que de ella se haya formulado una definición inequívoca. Eric Fromm dice que la creatividad es la capacidad de ver y responder a ciertos estímulos; una definición poco exegética y de corte más bien físico. Más mediterránea es aquella de Abraham Maslow, quien afirma que la creatividad siempre tiene un contenido organizativo y estético, tanto en los acontecimientos de la vida diaria como en el mundo de las artes, las ciencias, e incluso de los negocios. Un atleta, al alcanzar nuevas metas deportivas, puede ser tan elegante como un soneto. Un empresario puede crear una organización o una estrategia con conceptos de creatividad armoniosa comparados con los de la competencia.

Así que son hechos creativos un descubrimiento científico (por ejemplo, la clonación), un cambio tecnológico (el teléfono celular), o el descubrimiento de una nueva enzima o una nueva especie animal. Pero hay que tener cuidado en distinguir lo que pertenece al mundo de los descubrimientos (Cristóbal Colón descubriendo América, o Fleming identificando la penicilina) de lo que, en cambio, es un verdadero “invento” creativo (la máquina de vapor inventada por Herón de Alejandría en el tercer siglo antes de Cristo, o las técnicas de ilusión óptica de Leonardo).

Una versión moderna de la eolípila, el motore de Herón.

Los niños, aún no envueltos en la nube de la estandarización, revelan una gran capacidad para descubrir e inventar en resonancia, simultáneamente. Por esta razón se dice que son diferentes. De la misma manera decimos que son diferentes las personas adultas o las organizaciones que definimos como creativas, ya que mantienen la capacidad de un niño para ser iguales y diferentes al mismo tiempo.

Es bastante fácil crear un perfil de carácter de la persona o de la organización creativa. Sin embargo, es difícil encontrar a estas personas (u organizaciones) y, cuando las encontramos, nos damos cuenta de que reúnen ciertas sensibilidades con respecto a determinadas disciplinas, ya sea en el campo de la ingeniería o de las humanidades, pero siempre basadas en el concepto de libertad y autonomía.

Una educación liberal y humanista contribuye en gran medida al desarrollo de una mente creativa, ya que recompensa las preguntas formuladas más que las respuestas dadas, desarrollando así un proceso que puede conducir al descubrimiento (de lo que ya existe). Una educación más orientada a la ingeniería, con una forma de pensar asimétrica —a pesar de que esto pueda parecer una contradicción— lleva, en cambio, a inventos más “genuinos”, o a soluciones realmente “nuevas”, generando respuestas en forma de prototipos o modelos funcionales.

Existen, además, otros elementos de carácter que, si están presentes, provocan de inmediato una avalancha creativa con partes en flujo continuo. Uno de estos elementos es una curiosidad constante e innata, una rebelión al conformismo, ambas acompañadas de una verdadera dedicación al espíritu de investigación. Aquí la regla es no abandonar los problemas sin encontrar su solución. No se deja sin expresar ni se suprime lo que se siente.

También es necesaria una consideración con respecto al tiempo. El creativo ve el tiempo como una ventana hacia el infinito, no como una dimensión social restrictiva. Para él no hay “fechas límite”. El día se no divide en mañana, tarde y noche. La mañana del creativo puede ser el atardecer. O viceversa.

¿Qué sabemos de la creatividad?

Sabemos que la información es esencial para la creatividad científica y que es mucho menos importante para la creatividad artística (recuerdo, por ejemplo, haber leído que José Luis Borges nunca leía los periódicos). Sin embargo, aun suponiendo que la información sea útil —significativa o moderadamente— para el proceso creativo, hay que aclarar que el receptor debe ser una persona con la capacidad de “leer” antes que los demás y de liberarse de las cadenas del conformismo y de las costumbres, tal como y como lo describe magistralmente el astrónomo Stephen Hawking en su libro de ciencia filosófica “Una Breve Historia del Tiempo”.

Un papel importante en la explosión de ideas creativas también puede encontrarse en la estética: es paradigmático el ejemplo que siempre se cita de Crick y Watson, quienes, en su búsqueda de posibles estructuras del ADN, privilegiaron a la más bella, la helicoidal. Y… ¿Qué decir de la fórmula E= mc2 de Albert Einstein?

James Watson y Francis Crick junto a uno de sus modelos de la molécula del ADN en el Laboratorio Cavendish de Cambridge en 1953 / University of Cambridge.

Si hablamos de empresas, es obvio que éstas no pueden ser compuestas exclusivamente por personas imaginativas y creativas: esto pronto llevaría a la organización a ser inmanejable.

La empresa exitosa es aquella que propicia la convivencia de personas de gran imaginación y personas de gran pragmatismo, estimulando a los individuos concretos a ser imaginativos y a los imaginativos a ser concretos, no por medio de técnicas de entrenamiento poco efectivas, sino más bien incentivando a las personas a participar en el juego de “equipo”, cuyos miembros, sin embargo, deberán ser coherentes con ellos mismos y fieles a su propia vocación natural.

El “equipo” es un concepto moderno muy complicado. No funciona si no se distingue por sus valores éticos y estéticos, si no tiene propensión hacia la incorporación de nuevas tecnologías, si no sabe cómo utilizar el pasado para proyectarse al futuro, si no es capaz de transformar los obstáculos omnipresentes en oportunidades, las contagiosas disputas en estímulos creativos, el protagonismo en colaboración.

En resumen, podemos afirmar que la creatividad, mientras más lejos esté de la ingenuidad, más puede ayudar a resolver la gama enorme de problemas que aquejan a nuestra sociedad y que aparecen en la escena a cada amanecer.

Y no se trata de problemas sencillos. Ni tampoco son sólo unos cuantos. Van desde situaciones ecológicas insoportables a dimensiones éticas absurdas y desarrollos económicos desequilibrados e ilógicos.

Como bien decía Einstein: «Uno de los mayores problemas de la humanidad no es la imperfección de los medios disponibles, sin la confusión con respecto a las metas que deben ser alcanzadas».

La persona creativa es, en síntesis, destinada a tener ideas precisas e imprecisas, a veces grises y a veces doradas, pero siempre claramente dirigidas a un objetivo, aunque a menudo éste no haya sido expresado en términos claros.

Precisión e imprecisión, claridad y vaguedad, incertidumbre y certeza, al igual de como sucede con el niño que explora su nuevo mundo. Ese niño que es, después de todo, el creativo por excelencia.

 

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(giulio chiesa / puntodincontro.mx / traducción al español de massimo barzizza)