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19 de agosto de 2019 - Su mito tiene raíces en la antigüedad tardía. La literatura, la historiografía, el arte y la religión han transmitido a lo largo de los siglos leyendas contradictorias relacionadas con su figura: algunos ven en ella a la iluminada soberana asiria Sammuramat, a quien debemos la creación de los jardines colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Para otros, como Calderón de la Barca, es la hija de una ninfa, abandonada en el desierto y luego alimentada por palomas (La hija del aire, 1717).

Según otros, debe incluirse entre las más licenciosas de las poderosas, junto con Cleopatra y Zenobia de Palmira. Así se expresó al respecto el historiador cristiano Paolo Orosio (c. 375-420), al relatar que la reina legitimaba su conducta deshonesta, legalizando lo que le gustaba a cada uno de sus súbditos.

Dante Alighieri está de acuerdo con esta teoría, por lo que la ubica en el segundo círculo del Infierno, poblado por los lujuriosos «Rota fué de lujuria, y sus pasiones / en leyes convirtió, y así la afrenta / quiso en vida borrar de sus acciones»

Esta riqueza narrativa entusiasmó a los libretistas, compositores y actores: de hecho, durante el siglo XVIII circulaban muchos libretos, desde el de Francesco Silvani hasta el de Pietro Metastasio (1729), que Mayerbeer musicó en 1819.

Estoy hablando de Semíramis, la reina asiria esposa de Ninus, fundador de Nínive, a cuya muerte —que tuvo lugar por mano suya y de su amante Assur— gobernó el país, conquistando Irán, Egipto y Etiopía.

Cuando Gioachino Rossini decidió dar por terminada su carrera italiana para mudarse primero a Londres y luego a París (donde murió en 1868) y convertirse en compositor de música francesa, pensó en ella: escribió una ópera portentosa con libreto de Gaetano Rossi basada en la tragedia de Voltaire Sémiramis, estrenándola en la Comédie-Française de París el 29 de agosto de 1748. Más tarde fue difundida también en italiano utilizando la traducción de Melchiorre Cesarotti (1772).

Semíramis, la ópera más excesiva y visionaria del compositor de Pésaro, obra maestra de la exageración (tan sólo el primer acto tiene una duración de 2 horas y 20 minutos) inauguró el pasado 11 de agosto, la 40ªedición del Rossini Opera Festival (11-23 de agosto), recibiendo ovaciones incluso durante la actuación, especialmente para el director Michele Mariotti, que dirigió la Orquesta Sinfónica Nacional de la RAI, y para los cantantes, en particular para los protagonistas Salomé Jicia (Semíramis) y Vardhui Abrahamyan (Arsace).

Hubo, sin embargo, algunas protestas para el director británico Graham Vick, que supervisó la puesta en escena: al público más tradicionalista no le gustó la representación de la reina «como una mujer de carrera, con pantalones, cabello platino y tacones altos», que despide sin posibilidad de salida al marido y a los amantes antes de que los dioses o el nuevo jefe la eliminen.

«Mi Semíramis es una ópera íntima y psicológica: escenifica las relaciones familiares entre las personas, independientemente de su género, y es protagonizada por una mujer que, para hacer carrera en un mundo de hombres, abandona a su hijo. La mía es una dirección que gira alrededor de las relaciones entre los personajes, que nunca se sobrepone a la música, sino que la utiliza: hemos eliminado de la partitura cualquier connotación política e histórica, para concentrarnos en los eventos de los personajes, aún hoy muy actuales», explicó a la prensa el director. A mi, de todos modos, la dirección de Vick (quien firmó hace años la también criticada puesta en escena de Moisés en Egipto), me gustó mucho. Me pareció realmente espectacular y lo mismo opinaron mis vecinos de butaca.

Fue muy aplaudido por todos El curioso malentendido, un drama lúdico en dos actos que Rossini escribió para el Teatro del Corso de Bolonia en 1811.

Es casi desconocido para el público en general el hecho de que fue rechazado por los críticos desde su estreno original, debido a la cantidad excesiva de albures y dobles sentidos de tipo sexual. Después de las tres representaciones “sindicales”, como se acostumbraba en aquella época, fue retirado de la escena y no regresó hasta la edición 2002, del Rossini Opera Festival.

La ópera (y no la “operina”, como quisieron aclarar los miembros del elenco) fue presentada con una nueva producción firmada por el dúo Moshe Leiser y Patrice Caurier. En el podio, Carlo Rizzi, quien dirigió la Orquesta Sinfónica Nacional de la RAI y el coro del Ventidio Basso de Ascoli Piceno, cada vez más admirable.

Los directores —que al trabajar juntos desde 1983, han firmado un centenar de obras— crearon una pequeña joya teatral que, con espíritu y buen gusto, nunca pierde la oportunidad de entretener al público, comenzando con la primera escena cuando los sirvientes Claudia Muschio (Rosalia) y Frontino (Manuel Amati) son descubiertos en pleno acto sexual. El elenco es formidable, encabezado por Teresa Iervolino (Ernestina), Paolo Bordogna (Gamberotto) y Davide Luciano (Buralicchio).

Aplausos y ovaciones también para Demetrio y Polibio, la primera obra escrita por Gioachino entre 1806 —cuando aún no había cumplido los 15 años— y 1808 (no fue, sin embargo, la primera en llegar al escenario, mérito que pertenece a El contrato de matrimonio).

El público recibió con entusiasmo tanto la dirección de Paolo Arrivabeni (al frente de la Orquesta Filarmónica Rossini) como la supervisión de Davide Livermore, quien revivió el montaje presentado en el Rossini Opera Festival de 2010, enriquecido con un reparto equilibrado y armonioso en el que destaca entre todos la soprano australiana Jessica Pratt en el papel de Lisinga —hermosa con el vestuarios firmado —al igual que la escenografía— por la Academia de Bellas Artes de Urbino en la puesta en escena de hace nueve años.

«Los papeles femeninos del compositor de Pésaro son muy inspiradores, porque permiten expresar sentimientos, mientras que las mujeres de Bellini y Donizetti son más reprimidas, sufren más, si es que no llegan a volverse locas, como Lucía de Lammermoor» —dijo a la prensa, comentando el su personaje— «una mujer feliz en el primer acto y una joven combativa y decidida en el segundo».

Completan el programa El viaje a Reims de los estudiantes de la Academia Rossiniana Alberto Zedda, la “Gala ROF XL”, con algunos de los mejores cantantes rossinianos de hoy, encabezados por Juan Diego Flórez, la cantata La riconoscenza, dirigida por Donato Renzetti, las Soirées musicales en la versión orquestada por Fabio Maestri, dos conciertos lírico-sinfónicos, dos conciertos de Belcanto y la nueva cita de Rossinimania, protagonizada por los Italian Harmonists, las voces de la Scala en un quinteto único en Italia.

Ya fueron anunciadas las óperas en programa para el 2020: Moisés y el Faraón, Isabel reina de Inglaterra y El contrato de matrimonio.

¡Hasta el próximo año! ¡Los esperamos!

(paola cecchini / puntodincontro.mx / adaptación y traducción al español de massimo barzizza)

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